Mi aventura con las Conchas

Tengo un año y cinco meses viviendo en Australia y extrañando las conchas, esos panecitos que me acompañaron a desayunar y cenar durante taaaantos años de mi vida. Cuando estaba en secundaria y era la encargada de comprar el pan para la cena, iba caminando a la panadería más cercana, compraba una bolsa de pan para todos y me compraba una concha y una dona para mi solita. Ah como las disfrutaba mientras caminaba de regreso a mi casa. Claro que eran mis tiempos flacos y no importaba si comía conchas y donas cada hora porque no engordaba nada. Ahora nada más el pensamiento de todas las conchas consumidas a lo largo de mi vida se me instala en la panza para nunca irse de ahí.
 
¿Por qué las monjas del colegio no me enseñaron a hacer pan en lugar de tejer? Creo que habría sido una habilidad de mucha más utilidad que tejer con gancho servilletas que nunca me quedaron derechas y me tardaba todo el ciclo escolar en terminar una, a veces en pleno festival del día de las madres. En fin, es cosa de ir aprendiendo lo que haga falta, ¿verdad?
 
Les cuento que empujada por el antojo me puse a buscar recetas de Conchas en internet. Todas se veían complicadas y me di por vencida. Pero seguía buscando, leyendo e imaginándome como maestra panadera. Un día se me hizo bueno invitar a mi primo Federico a hacer conchas junto conmigo. Total, pensé que él sabría cómo hacerlas... Pero estabamos igual de verdes. Tratamos de seguir las instrucciones al pie de la letra, pero eso de dejar trabajar la levadura y esperar y esperar, se estaba volviendo desesperante, así que buscamos recetas de Condes, el pan dulce que él recuerda con más cariño. Encontramos una receta, nos lanzamos al super por pasta de hojaldre e hicimos varios intentos. Algunos buenos, otros no tantos pero todos nos los comimos. Las conchas seguían en proceso. Federico tuvo que regresar a su casa y yo seguí sola en el proyecto. Muy orgullosa forme las conchas y las cubrí con la pasta de azucar que no me había quedado como la que yo recordaba. Al final las horneé y me comí una calientita, se me hizo la cosa más buena del mundo pero nada que ver con mis conchas de La Michoacana. Mr. Iloveyou les dice Rock Bread, así de duras quedaron, apenas nos las podemos comer remojadas en café o chocolate. Pete y Hollie llegaron de visita y a Pete le encantaron, pero no es garantía porque a él le gusta todo.


Así quedó el primer intento, agosto-2012
 

Ya les conté que en el trabajo la cosa va tranquila y si no suena mucho el teléfono me aburro, así que surfeando la web me encontre varios blogs de comida mexicana, uno me llevo a otro y ese a otro y así hasta que dí con Pati. Ella es una mexicana que vive en Estados Unidos y su blog es una maravilla. Tiene un programa de cocina en la cadena PBS y un recetario y trabaja además promoviendo la cocina mexicana en un centro cultural. Fue en su blog, www.patismexicantable.com, que encontré  otra receta de conchas, y la forma en que platica que estuvo en una panadería, y les dieron una mini clase de conchas y las fotos, ¡las fotos! hicieron que me dieran ganas de probar otra vez.

Graciela, mi amiga uruguaya, me contó que ella usa otra marca de levadura para sus pizzas (que son deliciosas) y hasta me acompañó al super a comprarla. Y bueno, ya en mi casa con todos los ingredientes a la mano no me pude resistir y tuve que probar esta receta con levadura nueva, la que yo tenía en mi alacena había pasado a mejor vida y yo ni cuenta me había dado. Pero primero tenía que hacer los cheesecakes de la otra mochitense en Sydney, Tere Stone, que amablemente nos invitó a su cumple y pues no podiamos llegar con las manos vacías, pero esa es otra historia. Después de hornear los cheesecakes me puse a hacer la masa de las conchas, porque hay que dejarla reposar 8 horas. OCHO HORAS que se me hicieron eternas.

Seguí las instrucciones al pie de la letra, fue maravilloso ver (por primera vez) como la levadura crecía y crecía. La masa la hice con la batidora equipada con los ganchos, pero mi pobrecita batidora de mano no es ni de cerca una kitchenaid, así que la masa quedó muy pegajosa, la puse en un tazón engrasado, la tape como me dijeron con un trapo para que respire y como me dijeron que la pusiera en el lugar mas caliente de mi cocina, la metí en el horno...

Sábado en la mañana madrugué a ver mi masa y pues olía muy bien pero se veía medio tristona. Se me hace que al meterla al horno caliente la medio mate. Pero sin desanimarme mucho continué con el proceso de boleado, y lo más importante: La cubierta!! Que ahora si me quedó bien, lo que pasó es que estaba usando azúcar normal en lugar de azúcar glass. ¡Mis conchas se veían divinas! Pero había que dejarlas levar cuando menos otra hora, así que me fui a dormir otro rato.
 
 

Dos horas después las benditas conchas seguían igual, pero como ya estaban listas en la charola me puse a hornearlas. Qué rico es desayunar conchas recién hechas, uno de los más grandes placeres de esta vida, y hay que aprovechar que están calientes porque ya frías se transformaron en Rock Bread y nada más remojandolas en café o chocolate tienen remedio. Igual las repartí entre los amigos y a todos les gustaron.

 
Como me sobró cobertura pues tuve que hacer más conchas el domingo. Mi plan era levantarme temprano, mezclar todo y dejar reposar unas horas mientras me dedicaba a limpiar la casa, y según yo en la tarde tendría ricas y esponjadas conchas para disfrutar... Pero, ¿madrugar en domingo? ¡Ni que estuviera loca! Así que empecé la última tanda de conchas por ahí de las doce, ahora si trabajé la masa como me instruyo Mervi, y al ritmo de Miguel Bosé, Luis Eduardo Aute, Los Fabulosos Cadillacs y Kinky me dediqué a darle y darle hasta que estuvo con la consistencia adecuada. Siguiendo los consejos de Saskia la puse a reposar en un tazón engrasado, tapada con plàstico y la metí en mi cama. Como me dijeron que tiene que estar en un lugar cálido pues le prendí la cobija eléctrica, pa que no diga.
 
Horas después... Voy a ver cómo va y no ha crecido mucho. Nos invitaron a cenar unos amigos, así que la metí en el horno (ahora sin calentar) y ahí la dejé hasta que regresamos ya entrada la noche. Antes de acostarme hice las bolitas, las cubrí con la masa dulce y las dejé toda la noche porque yo nomás no veía crecimiento. El lunes en la mañana, como de todos modos tenía que madrugar, me levanté a hornear. Mi felicidad fue grande cuando vi a las conchitas esponajadas, ¡crecieron durante la noche! Rápido al horno y 20 minutos después me estaba desayunando con una rica concha esponjadita.
 
¡¡Ahora si parecen!!
Hasta ahora ha sido mi mejor resultado, pero me falta. Dicen que la práctica hace al maestro, así que seguiré probando hasta que me salgan como las de La Michoacana, ¡aunque me tarde 10 años!
La receta se las pongo en otro post porque este ya está muy largo.
 
Saludos!!
 
 


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